martes, 24 de febrero de 2009

Canciones y cantores en la ODISEA

Por Enriqueta Frouté de Colantoni

INTRODUCCIÓN

La Odisea es un complejo relato de aventuras, centrado en un héroe que tiene dentro de sí un repositorio de relatos: historias similares a la del protagonista, historias que le sirven de contraste y variaciones que se abren en abanico sobre elementos comunes a unas y a otras. Hay paralelamente diferentes narradores –o cantores– que tienen a su cargo el hilo de la trama. Es necesario tener presente que, dentro de la tradición oral, el canto es el medio de transmisión del contenido, aun cuando algunos estudiosos crean que la Odisea, tal como la conocemos actualmente, es una obra pensada para la escritura.[1] Se advierten además, en las intervenciones de los distintos narradores, reflexiones explícitas o implícitas sobre la actividad creadora y sobre los valores de la poesía y sus fines. Se tratará, en este trabajo, de relevar esas situaciones y de rescatar este metalenguaje y la etiología del canto, tal como se presentan en la Odisea.

LA MATERIA DEL CANTO Y LOS CANTORES

¿Cuál es la materia del canto en la Odisea? Fundamentalmente, el itinerario de Odiseo, el más ingenioso de los jefes aqueos que marcharon a Troya. Los infortunios que padece en su viaje de regreso a Ítaca conformarán el argumento del canto. Sirviendo de fondo a esta historia, están los relatos de los otros regresos, de los demás nostoi.[2] Aventuras que tienen en común el punto de partida y el escenario marino del trayecto, que prueban a los héroes y los conducen de la victoria a la derrota o a la recuperación del reino perdido. El movimiento general es un desplazamiento de la periferia hacia el centro:[3] Odiseo viaja desde los extremos del mundo hacia su patria, para recuperar el hogar amenazado y el trono asediado por los pretendientes.

Vivamente contrastada con la historia de Odiseo, está la de Agamenón, particularmente en los cuatro primeros cantos: Telémaco viaja a Pilos y a Esparta para recuperar al padre perdido y lograr su ayuda para un reino en crisis. En esa situación, resulta ejemplar la historia del infortunado regreso de Agamenón a Mecenas y del hijo que llega demasiado tarde para salvar al padre de la muerte ignominiosa, preparada por el usurpador y la esposa adúltera. En la Telemaquia, el fin de Agamenón es una incitación a la acción para la inversión de signo en el resultado final.

La Telemaquia es también una preparación para la aparición del héroe, que domina con su ausencia el panorama de la acción: se habla de él y él es el centro de preocupación de los dioses y de los hombres. Se despliegan historias semejantes, con regresos felices, como los de Néstor y Menelao; especialmente esta última, que presenta dificultades y encierra un relato fabuloso, el de Proteo, como anticipo de las aventuras que afrontará más adelante el héroe.

Los relatos sobre la suerte de Áyax, Filoctetes, Idomeneo y Aquiles están en un plano más lejano y sirven de fondo a la línea principal de la acción. De estas historias se ocupan distintas voces; enana verdadera polifonía, toman el relato los dioses (Zeus, Atenea, Proteo); los sobrevivientes de Troya (Néstor, Menelao) y los héroes que ya están en el Hades (Agamenón y Aquiles). Estos cantores, ubicados dentro de la ficción en diferentes espacios, forman una estructura especular, dentro de la cual una historia se relaciona con todas las otras historias y donde un cantor siente el eco de los otros cantores. En el narrador se da la intersección entre los dos planos: el de la narración y el de lo narrado, tanto por la materia del canto, como por su origen divino.

Importantes son, para nuestro objetivo, los cantores profesionales que presenta Homero: Femio y Demódoco. En el palacio de Ítaca, Femio inicia un relato sobre los nostoi (1, 325 ss.) que Demódoco continuará en el rico palacio de los reacios (8, 487 ss.). Son variaciones sobre el mismo tema: Troya, sus héroes, sus aventuras y sus dioses. Es decir que cantan lo mismo que canta Homero. Este no se declara autor del relato, sino que le pide a una diosa que le dé su versión de los hechos: “cuéntame, oh diosa” (1, 1). Los otros aedos hacen lo mismo: ninguno de ellos canta por su propia capacidad técnica. Femio confiesa que canta por voluntad divina y se confiesa autodidacto: “Yo me he enseñado a mí mismo, que un dios me inspiró en la mente canciones de toda especie” (22, 347-348).

De Demódoco nos dice el narrador que: “La Musa le había concedido un bien y un mal: lo privó de la vista, pero le concedió el dulce canto” (8, 61-64). Demódoco es ciego para una determinada realidad, pero tiene el poder de instaurar otra con su propio canto. La especial relación del aedo con la divinidad es reconocida socialmente y se le concede un lugar de privilegio en los palacios: se lo ubica en el centro de las salas, apoyado en las columnas que sostienen el techo. Este carácter divino del canto inspirado le vale al otro cantor (Femio) el perdón de la vida en la matanza de los pretendientes (22, 344 ss.).

Valioso por la inspiración divina, tiene un efecto positivo sobre los hombres. En primer lugar, enfrenta a los actores con sus propias acciones y, al reconocerse en sus esfuerzos y dolores (sus patea), los oyentes se acercan a su propia verdad por el poder de la palabra que actualiza los hechos: Odiseo llora en el palacio de Alcínoo al escuchar la versión de su disputa con Aquiles (8, 83) y pide luego a Demódoco que le cuente la artimaña del caballo de madera, instrumento de la victoria para los aqueos (8, 492).

En segundo lugar, la areté es siempre merecedora de encomio y de imitación, en grado tal que Alción afirma que las desgracias de dánaos y troyanos se originaron con el fin de ser cantadas. De manera que no es el cantor el que presta relieve a la materia del canto inspirado sino que los dioses mismos originaron los hechos, para que sean ejemplo para los hombres, como historias dignas de ser contempladas (8, 579 ss.).

Sustituyendo a los cantores profesionales, el protagonista ocupa el centro y comienza a contar su propia historia en el racconto del palacio de Alción, que abarca cuatro cantos (IX-XII). Se ahonda aquí el plano de la narración, en el narrador y en lo narrado: se trata de un mundo más arcaico, poblado de monstruos y diosas, que se aleja en el tiempo; de las hazañas guerreras y del territorio conocido se remonta a los confines del espacio. En el canto XI confluyen la gloria del héroe y la del cantor, en la exclamación del rey de los reacios: “Tú das belleza a las palabras, tienes ingenio y, como un aedo, hiciste sabiamente la narración de tus crueles padecimientos y de los de todos los argivos” (11, 363-369).

Es en el relato de Odiseo donde aparecen cantoras divinas, cuyo canto no se vive como positivo, sino como amenaza. Será tarea del héroe el saber resistir esta seducción femenina, tal como lo había hecho en el relato de Menelao (4, 279 ss.). Allí Helena intenta hacer salir del caballo de madera a los griegos, llamándolos con la voz de sus esposas. Odiseo resiste y ayuda a los demás a resistir, impidiéndoles responder al llamado. Más que la materia del llamado, importa la cualidad de la voz, en esta extraña poliglosia que asimila a Helena con las otras divinidades: Calipso, Circe y las Sirenas.

Calipso es una ninfa que vive en una vasta gruta, en la remota isla de Ogigia. Este lugar apartado es un paraíso poblado por árboles de toda especie y regado por cuatro ríos. La ninfa canta en el interior de la gruta, mientras teje con lanzadera de oro (5, 68 ss.). La relación con la vegetación y con las aguas muestra a la diosa como administradora de un centro espiritual de la vida y la juventud eternas. Ella está, además, ubicada junto a una gran vid, la planta que produce un licor de inmortalidad.[4] Odiseo comparte sus amores, pero sólo como compañero de lecho. Es un paredro de la diosa, que se resiste a la boda sacra y añosa su tierra y su mujer, a punto tal que rechaza la oferta de Calipso.

Circe es la otra cantora divina. También ella teje y la trama de su tejido, como la de Calipso, está hecha con el hilo de la vida de los hombres. El canto que acompaña al tejido es el aspecto sonoro de la realidad visualmente simbolizada en el tejido: es la palabra que crea vida, es el recitado de la vida misma. Circe es una hija de Helios y su morada está en los confines del mundo. Ella no eleva a los visitantes a la altura de los dioses, sino que precipita en lo infrahumano. Ella degrada a los hombres a la condición de animal y los conduce a la muerte iniciática: indica a Odiseo el camino del Hades como única ruta de regreso y, al volver, él y sus compañeros habrán muerto en vida (12, 21).

Las entradas al paraíso y al infierno están marcada por dos mujeres seductoras, que intentan retener al héroe con sus amores. Su apariencia es falsa, ya que no son mujeres sino divinidades, y tienen extrañas habilidades canoras. Homero emplea para ambas el epíteto audéessa, ‘de voz canora’; y siendo audé la palabra en su aspecto musical y sonoro, su canto importa fundamentalmente por su cualidad (12, 150). Circe, por otra parte, “hace resonar todo el pavimento con su canto” (10, 227). Una tercera divinidad lleva este epíteto: es Ino-Leucótea, la diosa blanca del mar, que socorre al héroe en su naufragio y le facilita la llegada al país de los feacios. El epíteto ‘de la voz sonora’ se debe también a la Artemisa efesia, venerada como pótnia lýras.[5] Esta denominación se atribuía a la gran diosa mediterránea, de cuyos caracteres y atribuciones participan las tres divinidades que Odiseo encuentra.

Hay otras dos mujeres, esta vez con apariencia de diosas, que aparecen en relación con el agua: Nausícaa y la princesa lestrigona. La primera juega y canta junto al río y la segunda lleva un cántaro a la fuente. Nausícaa es comparada con Artemisa en medio de su cortejo de ninfas y la hija de los lestrigones pertenece a un mundo de gigantes. Son dos episodios paralelos a los de Calipso y Circe, pero en un plano menor. La princesa feacia hace una velada propuesta de amores al forastero: “ojalá a tal varón pudiera llamársele mi marido, viviendo acá; ojalá le pluguiera quedarse con nosotros” (6, 244-245). El rey mismo la refrenda luego: “ojalá tomases a mi hija por mujer” (7, 313). Esta tentación de vivir en la tierra de la edad de oro es también rechazada por Odiseo.

En el mundo de los lestrigones la aventura conduce al peligro de lo infrahumano: los lestrigones arponean a los compañeros de Odiseo como si fueran peces y los convierten en comida (10, 115 ss.).

LAS SIRENAS

El aspecto negativo del canto en grado sumo, como aniquilación y descomposición, ocupa un lugar central en la obra, con el episodio de las sirenas. Son éstas monstruos que “hechizan con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos” (12, 44 ss.). Como las diosas, se distinguen por la cualidad de su canto y, como los aedos, ocupan el centro.

En el arte funerario, aparecen sirenas con barbas,[6] lo cual muestra que había sirenas-hombres y sirenas-mujeres. El sexo femenino marca la atracción sexual vinculada con el canto como círculo mágico y el poder de vida y muerte asociado con la mujer en los antiguos mitos. Como las ninfas (y las musas), las sirenas están relacionadas con las aguas. Viven a la orilla del mar, en un lugar lejano, relacionado con la entrada al país de los cimerios –las ninfas están diseminadas por doquier y las musas aparecen limitadas al monte Helicón y a la fuente Hipocrena. También las sirenas introducen a los viajeros a un reino: el de la muerte. Con su canto encantaban a los que llegaban ante la reina de los infiernos, reduciendo la amargura de la muerte. Eran compañeras de Prosérpina, convertidas en monstruos luego del rapto, según un antiguo mito. Son deidades poderosas, con un cuerpo de pájaro, como antiguas figuraciones de la gran diosa mediterránea, y corona en la cabeza para señalar su poder.

¿En qué reside la atracción de las sirenas? Quizás en la sugerente cualidad de la voz, pero también en la materia del canto: “célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos” (12, 184). Las sirenas seducen adulando y los hombres se pierden a sí mismos, contemplando su propia imagen reflejada en un espejo, como Narciso.

Ellas prometen recrear a los hombres, aliviarlos: “nadie ha pasado sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca, sino que todos se van después de recrearse con ella” (12, 186-187). Las sirenas mienten, ya que está a la vista de todos la muerte que producen; sin embargo atraen con triple promesa: belleza de la voz, recreación y sabiduría. Los hombres se van sabiendo más que antes (cf. 12, 187-188).

¿Pero cuál es el argumento de su canción? No es otro que el relato de Odiseo y que el relato de Homero. En un tercer nivel de profundidad, ellas narran la misma historia: “Sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses, y conocemos cuanto ocurre en la tierra fértil” (12, 190-192). La tentación de las sirenas alcanza al héroe y al cantor: a Odiseo como narrador de su propia geta y a Homero, en cuanto es peligro mayor del cantor el complacerse en su propio canto y en creer en su omnisciencia. Saberlo todo es una forma de ser como dioses, por apropiación de la sabiduría, que es una potestad divina. Es una forma de ser dioses o de creer serlo. Pero la sabiduría asociada al propio canto y a la propia canción es una mentira dicha por un monstruo que arrastra a la muerte. Quedar atrapado en el canto es la amenaza del cantor; si sucumbe a ella, morirán uno y otro, atrapados en su propia vacuidad y falta de trascendencia.

LA RECUPERACIÓN DEL CENTRO

La intervención del protagonista como narrador se incrementa a su llegada a Ítaca. La tierra de los feacios ha sido un lugar de paso en el movimiento general del relato que va de la periferia al centro. Es también un lugar intermedio entre lo divino y lo humano. Es interesante considerar que el tránsito de uno a otro plano se realiza mediante el sueño, estado límite entre la vida y la muerte. En la relación vigilia-sueño hay, además, un paralelo realidad ficción, por ser el mundo del sueño una imagen especular del mundo en el cual vivimos.

Estos planos se implican mutuamente y la periferia y el centro son semejantes: la gruta de las ninfas, como la de Calipso, tiene apertura a lo divino. En la gruta de Ítaca hay agua fecundante, telares de las diosas (con la tela purpúrea del rey) y un panal de abejas. Las abejas, asociadas a las ninfas, marcan aquí la gloria del héroe y su canto, a los que aseguran la inmortalidad.[7]

Las historias de Ítaca son las del pseudo-cretense. En un relato alternativo, Odiseo relata una historia con apariencia de verosimilitud: es un cretense, hombre rico y guerrero destacado que hizo incursiones a Egipto, pero que fue apresado y esclavizado por imprudencia de sus compañeros. Sabe reponerse, porque es hombre de recursos, y alcanza riquezas, que quedan en depósito en el país de los feacios (o de los tesprotos), pero resulta engañado por piratas fenicios. La historia se va desgranando de a poco: a Atenea-pastor (13, 256 ss.), a Eumeo (14, 192 ss.), a Antínoo (16, 415 ss.) y a Penélope (19, 172 ss.). Son relatos antiheroicos que contrastan con lo narrado en el país de los feacios. El derrotero de esta odisea alternativa es el territorio conocido del sur y del este, y las amenazas provienen de los hombres que lo habitan (fenicios, egipcios, tesprotos). Odiseo se enmascara en el relato, tal como lo está en el exterior, convertido en viejo y en mendigo. En dos situaciones paralelas se enmascara el protagonista antes del asalto final: entra a Troya disfrazado de mendigo (4, 245 ss.); entra a su tierra y a su palacio de la misma forma. Se hace inofensivo para lograr eficacia; baja para ascender.

El terreno intermedio es la casa del porquerizo, lugar hospitalario donde se desarrollo en amplitud la historia del pseudo-cretense y llega al punto más alto este tipo de canto utilitario. Particularmente interesante es el segundo relato a Eumeo: la emboscada nocturna a los troyanos (14, 462 ss.). Allí confluyen los dos: mendigo y héroes; y los dos Odiseas: el narrador y el protagonista. La historia es la siguiente: transido de frío por carecer de manto, el pseudo-cretense le dice a Odiseo que está a punto de morir congelado. Por toda respuesta, Odiseo le pide silencio y finge haber tenido un sueño premonitorio sobre la necesidad de pedir refuerzos a las naves. Toante se desprende del manto y corre hacia el campamento de los aqueos, circunstancia que aprovecha el pseudo-cretense.

Inmediatamente pasa a señalar igual necesidad a su receptor y Eumeo le alcanza unas pieles para cubrirse, en premio por el relato: “porque la historia que acabas de hacer es irreprensible y nada has dicho que sea inútil o incoherente” (14, 508-509). Los narradores y la narración se implican, gracias a una caprichosa elaboración del tiempo, que zigzaguea constantemente entre el presente, el pasado y el futuro. Odiseo y el tono del canto han descendido para elevarse. En la serie de anagnórisis que preceden al triunfo final, el héroe avanza hacia su centro: el lecho nupcial construido con el olivo sagrado que es eje y sostén de su palacio. Allí recupera a la reina y el canto vuelve a elevarse y a retomar el signo ejemplar: Odiseo vuelve a ser el héroe que desdeña a las diosas y puede evitar a las sirenas. Ha perdido la posibilidad de una eternidad desdichada, para reintegrarse a la felicidad humana junto a la esposa-reina, bajo la protección divina.


[1] FERNÁNDEZ GALIANO, Manuel, “La tradición homérica”, en Introducción a Homero. Madrid, Alianza, 1963.
[2] Para mayor comodidad tipográfica, translitero (sé que imperfectamente) los caracteres griegos. [Nota del editor.]
[3] VIDAL-NAQUET, Pierre, “Land and sacrifice in the Odyssey”, en The black hunter. London, The Johns Hopkins Univ. Press, 1984.
[4] ELIADE, Mircea, Tratado de historia de las religiones. México, Era, 1981, p. 260. Compara a Calipso con Siduri, la muchacha que ofrece el licor de la inmortalidad a Gilgamesh.
[5] UNTERSTEINER, Mario, Le origini della tragedia e del tragico. Torino, Einaudi, 1955, p. 122.
[6] KERÉNYI, Karl, Gli dei e gli eroi della Grecia, III. Milano, Garzanti, 1988, p. 56.
[7] OTTO, Walter. “Las ninfas”, en Las Musas. Buenos Aires, Eudeba, 1981.

viernes, 13 de febrero de 2009

VERSITOS AD MAJOREM GLORIAM


Estamos acostumbrados a escuchar versos –a lo mejor debería decir rimas– en diversas circunstancias. Mi memoria es frágil, pero reviven los sones de antes, como este:

Sastrerías Casa Vega:
usted lo ve, lo prueba y se lo lleva.


O estos otros:

Casa Muñoz,
donde un peso vale dos.

Peines Pantera,
peinan la vida entera.

Usted camina, camina y camina...
Y al final compra en Sadima.

O estos, veraniegos, de las largas vacaciones de antes:

Viaje feliz, y a no olvidarse:
lleve alfajores Balcarce.

Se va hoy, se va mañana:
lleve alfajores Havanna.

–¿Dónde está el jamón?
–En Jara y Colón.

O este, también veraniego pero sin rima:

Viaje a Mar del Plata sin valijas:
Tienda Los Gallegos tiene de todo.


O este otro, tan lindo en la nostalgia:

–¿Con qué pintas, Albertito?
–Con pinturas Pajarito.
[i]

Algunos versitos tenían música. Citaremos solo estos, famosísimos.

Piedra China,
Piedra China:
hace bien, es mejor,
quita las durezas,
callos y esperezas
sin dolor, sin dolor.

“¡Qué lindos que son tus dientes!”
Le dijo la luna al sol,
y el sol contestó sonriente:
“¡Ja, ja! Me los limpio con Odol.”
[ii]

En todas partes lo contemplan
con admiración,
pues no hay ninguno que supere
su inmenso valor:
es para todos el primero,
el auténtico vaquero,
es el vaquero Far West.

Los niños juegan y juegan y juegan,
van de paseo, van a la escuela,
con los soquetes y con las medias
Ciudadela.
[1]

Por la vida contento voy
saboreando el rico Mantecol.
Por su agradable gustito,
es la alegría de los grandes y los chicos.

Un aire musical muy griego, ciertamente, pues la empresa que produce todavía hoy ese mantecado macedónico es Georgalos, de pura cepa griega. No puedo omitir los que me recuerda Daniel Antoniotti, miembro de la Academia Porteña del Lunfardo, Licenciado en Letras y gran bibliófilo, con y sin música:

Como doña Prudencia,
compre en muebles Independencia.

Si su piloto no es Aguamar,
no es impermeable,
se lo puedo asegurar.

A mí me encanta
usar Abanta.

Aclaremos, para los jóvenes, que Abanta era un talco para niños.[iii] ¿Pero solo en la publicidad se usaban estos versitos mnemotécnicos? No, por cierto, pues el refranero los trae, y entre muchos puede servir de ejemplo este que hay en el Pygmalion de Shaw: a friend in need / is a friend indeed. Como veremos, también se habían usado antes en clase; específicamente en clases de latín y de griego.

Mi primer recuerdo es el del querido Gerardo Pagés, de la Academia Argentina de Letras, quien solía recitar: “Quien bien conjuga y bien declina, / aprende la lengua latina.” También yo suelo repetir esa frase a los discípulos que se inician en latín, aunque no sé si ella tiene toda la verdad; sin embargo, no hay duda de que pro toto prima operis pars, según decía el poeta Ausonio. En todo caso, siempre me doy el gusto de añadir un versito de mi autoría, que tiene algo de Lunfardo:

Quien conjuga mal
y declina mal,
suena en el final.

Para las desinencias personales de los verbos, siempre enseño unos versitos, fruto de mi menguado ingenio. Para voz activa:

Mo, ese, te,
mus, tis, ene te.


Para pasiva:

Ere, ris tur,
mur, mini, ntur.

Cuando enseño perifrástica pasiva, suelo decir:

Cuando hay gerundivo,
el agente va en dativo.


Para características del clima mediterráneo:

En agosto,
frío en rostro
.[iv]

Hasta el cuarenta de mayo
no te quites el sayo
.[v]

El extinto y eximio profesor Elso Darío Di Bernardo recuerdo que, con el antiquísimo cada oveja con su pareja (más me suena a un verso con rima interna que a dos), nos ayudaba a aprender que el dativo y el ablativo plurales son iguales entre sí. Pero esto es ayer; mucho tiempo antes se usaban también los versitos para aprender la dura gramática. ¿Y quién no ha escuchado petaca bodega, para aprender la sonorización de las sordas intervocálicas? Recuerdo también lejanamente algún verso que se empleaba para memorizar las figuras del silogismo, en lógica: Barbara, Celarent, Darii, Ferio / Cesare, Camestres, Festino, Baroco etc.[vi] Incluso hoy veo que los alumnos hacen su propio versito, para estudiar pronombres personales: ego me mei mihi me, tu te tui tibi te, se sui sibi se. Recuerdo también haber leído, creo que en una viejísima edición de la gramática de la Real Academia, una cita de don Tomás de Iriarte que bien sirve para distinguir adverbios de nexos:

¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo?
Porque donde, cuando como, sirven mal,
me desespero.

Pero ahora vayamos a mi biblioteca, nutrida en buena parte por libros de viejo. En uno de ellos el autor[vii] nos menciona una obra muy rara. Un tal Bachiller Tamara publicó en Amberes, en 1550, una Suma y erudición de Gramática en verso castellano. Un ejemplar del mismo se halla en Madrid, en la Biblioteca Nacional. Dice Díez Echarri: “el libro se reduce a una gramática latina, expuesta en coplas de arte mayor y algunas quintillas, porque ya nos advierte en el prólogo que así, en verso, ‘más fácil se percibe y más perpetuamente se retiene por la medida y orden y consonancias que lleva’. Las coplas, en general, son detestables; bien es verdad que la materia se presta muy poco a lucimientos poéticos. Véase una muestra relativa a los supinos:

Bi del pretérito en tum mudaras,
ci en tum, di en sum. También formaremos,
gi en tum, li en sum, así la pondremos
mi en ptum, ni en tum, supino daras,
pi en ptum, ri en sum, no menos veras,
qui en ctum, si en sum, tu se lo pone,
psi en tum, ti en tum, mudando dispone,
xi en ptum, assi mesmo leyendo hallaras.”
[viii]

Aparte de diferencias ortográficas y de puntuación con nuestro español actual, confieso que no entiendo el último verso: los verbos que hacen perfecto en –xi tienen, según mi ciencia nada gaya, supino en –ctum. No importa cuán pesado era este bachiller; lo que nos interesa es mostrar que nuestra práctica de usar versitos en la enseñanza tiene ya sus años.

Mi babélica biblioteca alberga otra rareza. Es un Curso elemental de gramática griega / seguido / de la gnomologia / que comprende todas las raices griegas / para / facilitar a los jóvenes el conocimiento del idioma. Su autor, “D. FERMIN MOLINA / Presbítero de las Escuelas Pias.”[ix] Añado dos naderías. Una, que su precio de librería de usados todavía figura en lápiz: quince australes (¿era mucho o poco eso en el período que va de 1986 a 1989?); otra, que su dueño anterior a mí, a juzgar por la firma, fue un tal A. Pérez Otero.

En el Prólogo leemos: “He puesto en verso muchas reglas, que esplicadas en prosa no podrian ser tan fácilmente aprendidas. Algunos SABIOS del dia censuran como PUERILIDAD, la tal esposicion en verso de los preceptos gramaticales. Sea en buen hora: pero si los niños los aprenden i los entienden fácilmente... me atengo al resultado. En esto he seguido el sistema de mi sabio maestro i me hé utilizado de su trabajo.”[x]

Una muestra puede verse al principio de su Gramática, pues allí enseña un dístico griego que “contiene todas las letras del alfabeto.” Esos versos son de sentido algo forzado; por comodidad tipográfica no los copiamos, pero los traducimos: “Alma, mira hacia lo alto: olvídate de todo. / Que el cuerpo no te venza, arrastrándote a la oscuridad.”[xi]

Copio este, para los verbos mudos:

1. Al futuro las labiales
pso darán i fa al perfecto:
2. xo con xa las guturales:
3. i so simple con ka toman
las vocales y dentales
.[xii]

Hay otros versitos más; en este que citamos, como se ve, transliteramos los griegos. Pero ahora vayamos a otro libro que adorna mis estantes. Tengo una 2ª ed. de una Gramática Latina / Segunda Parte. = Sintáxis. / Tercera. = Prosodia y Arte Métrica. / Cuarta. = Ortografía. Su autor era lógico que fuera latinista, pues se llamaba Don Ulpiano Gomez Calderon, quien se desempeñaba como catedrático de dicha asignatura en el Instituto de Oviedo.[xiii] También él gusta de los versitos gramaticales, y los hay en gran número en este raro libro. Por ejemplo, este soneto dedicado no a una amada petrarquesca, sino a los intransitivos con acusativo.

Si bien de griega estirpe locucion,
Intransitivos hallareis que rigen
Acusativo de cognato orígen.
O á lo ménos de análoga acepcion.

Los que del alma expresan emocion,
Como gaudeo y demás que se coligen,
Acusativo alguna vez eligen,
Saliendo de su neutra condicion.

Suelen llevar el mismo complemento
Los verbos que denotan movimiento,
De trans compuestos, circum, praeter, per;

Y otros tambien, cual sapio, sono et oleo,
Mano, propero, sudo atque redoleo,
Como en verso ante todo puedes ver.
[xiv]

Para los latinistas, la primera estrofa se refiere a los intransitivos cognatae significationis, al modo de vivere vitam o de servitutem servire. Como vemos, para que la métrica dé, oleo y redoleo deben leerse a la manera latina, pero haciendo una sinéresis. Destaquemos que el v. 13 está íntegramente en latín, aunque tal vez sea excesivo comentar el estro poético que nos ocupa. Un caballito de batalla de los profesores son las completivas dependientes de verba timendi. Pero oigamos cómo nos ayuda el maestro Don Ulpiano:

Los verbos de temer y recelar,
Como son los que siguen, timeo, paveo,
Extimesco, formido, vereor, caveo,
Subjuntivo con ne deben llevar,
No habiendo en el regido negacion;
Y con ut, si la hubiere, ó con ne non.

No voy a citar ejemplos (Brevitatem deam veneremur), pero también hay versitos didácticos en otro libro raro que tengo: Grammatica delle due lingue italiana e latina, di Francesco Soave, ridotta a nuova forma dal professore B. Pisoni, per uso dei ginnasi della Lombardia; parte quarta per la quarta classe. Milano, Regia Stamperia, 1858. Sin embargo, no se crea que solo al griego y al latín se confinaban tales ingeniosidades del Parnaso. En un antiguo libro de inglés leo el poema “Grammar in verse”, de J. Barker:

The articles are a, an, and the–
As, a lamp, an apple, or the tree,
A noun is the name of anything–
As, a book, a ship, a house, a ring.
An adjective qualifies a noun–
As, a pretty maid in a handsome gown.
Pronouns are used instead of nouns–
As, though John laughs, he often frowns.
A verb expresses something done–
As, to walk, to sleep, to write, to run.
An adverb modifies a verb–
As, how stately grows that fragrant herb!
Prepositions introduce a phrase–
As, we came to town to see the plays.
Conjunctions join the words together–
As, wind and rain, and stormy weather.
An interjection shows surprise–
As, oh! I’ve got a lovely prize.
[xv]

Todos recordamos la feliz niñez con:

Treinta días tiene septiembre
con abril, junio y noviembre.
Los demás, de treinta y uno,
menos febrero mocho,
que tiene veintiocho
.[xvi]

Mas la versión inglesa es más completa, según me informa otro empolvado libro de mi biblioteca:

Thirty days have September,
April, June and November;
to January add another day,
also to August, March and May,
July, October and December.
To February twenty-eight assign
and in leap-year, twenty-nine.
[xvii]


No sé cuánto vale hoy la memoria, si apretando el teclado tenemos en el acto la información. Al menos en los exámenes de griego los alumnos que conocen de memoria el enunciado sós, sé, són no traducirán ‘gusano’ en vez de ‘tuyo.’[xviii] Por otra parte, los versitos son nada más un caso particular de la ejercitación mnemónica, que también se basa en relaciones. En las clases de latín, para explicar los complementos de lugar, casi todos hemos escuchado la relación con Quo vadis. Me viene a la memoria, por fin, otro antiguo profesor, Virgilio Oscar Sordelli, quien nos retaba con palabras parecidas a estas: “Si ustedes pueden aprender los nombres de un equipo completo de fútbol, no hay razón para no estudiar de memoria los nombres de las nueve Musas.” Tenía razón; y tal vez también teníamos razón nosotros, pues todo es cuestión de interés. No sé sacar conclusiones acerca de lo que me acaba de dictar Mnemósine, pero tal vez pueda proponer algún camino hacia ellas: la escuela siempre estimuló el cultivo de la memoria; los media también lo hicieron en algún momento (en verdad, incluso lo hacen hoy, época de versos sui generis), con una de las armas tradicionales: la rima.



[1] El 7 febr. 2009 Fernando Sorrentino, prestigioso narrador, me aporta: “ A tus Versitos ad maiorem gloriam querría agregar estos dos:
Casa Lamota, donde se viste Carlota.
–Buscate novia, casate...–¿Y la casa...?–¡La pintás con Albamate!
Me permito señalarte que los calcetines son soquetes y no zoquetes (= mendrugos).” Como el lector imagina, cometí el error de escribir con z. En efecto la Academia me informa que soquete es regionalismo americano y que viene del francés socquette. Agradezco a mi cultísimo amigo la enmienda.
[i] También recuerdo la paráfrasis humorística del programa Telecómicos (no recuerdo ahora si en su versión televisiva o en su versión radial): –¿Con qué pintas, Albertito? / –Con pinturas Pajarito. / –¿Con qué pinta, don Ramón? / –Con pinturas Pajarón.
O estos otros: –Use jabón Pampero: / –le saca la mancha y le deja el ahujero [sic].
–Coma empanadas Carlota: / –usted la ve, la toca, y explota.
–Fume cigarrillos Mataco: / –sin humo, sin papel y sin tabaco.
[ii] Agradezco el recuerdo a mi amigo Luis Ángel Castello. Por otra parte, en Telecómicos hubo una variante jocosa: “ ‘¡Qué lindos que son tus dientes!’, / le dijo Rucci a Perón, / y él contestó sonriente: ‘¡Ja, ja! Me los limpio con formol.’ ”
[iii] Para que no se crea que esto ha dejado de existir, resuenan con frecuencia, en los comerciales de transmisiones radiales deportivas, estos versos musicados (mutatis mutandis): “Es La Salteña / el pan para su mesa, / para el más rico pancho / y la mejor hamburguesa. / Es La Salteña / en panes lo mejor, / porque lo hace / la gente de Alijor.”
[iv]http://culturitalia.uibk.ac.at/hispanoteca/Proverbios%20y%20refranes/El%20a%C3%B1o%20de%20refranes.htm .
[v] http://www.meteored.com/RAM/numero32/refranes_junio.asp .
[vi] http://www.mercaba.org/Filosofia/summa_02-3.htm .
[vii] Emiliano Díez Echarri. Teorías métricas del Siglo de Oro. Madrid, CSIC, 1949.
[viii] Ob. cit., p. 63.
[ix] Escuelas Pias Americanas, Colegio de San Martin, 1878 (impreso en Buenos Aires).
[x] P. 5. El maestro a quien cita es P. I. Palacios, Escolapio, autor de una Gramática griega elemental.
[xi] P. 9.
[xii] P. 59.
[xiii] Oviedo, Imp. y Lib. de Vicente Brid, 1882.
[xiv] pp. 70-71.
[xv] En: Rankin Wenlock. Preparatory English course; For foreign students. London, Macmillan, 1937, p. 68. Según mi experiencia de papá, las maestras de inglés suelen enseñar canciones para aprender el alfabeto y algunos otros elementos de la lengua. Miss Money, personaje de una simpática novela, cantaba a sus alumnos una tonadilla para que aprendieran a deletrear la palabra difficulty: “Mrs D, Mrs I, Mrs FFI / Mrs C, Mrs U, Mrs LTY ” (Roald Dahl. Matilda, New York, Puffin Books, 1998, p. 147).
[xvi] Cf. http://www.educa.aragob.es/cpmsfrag/docs/Portada%20refran.doc .
[xvii] Josefina Molinelli Wells. My english book, part I. Buenos Aires, Ferrari Hnos, 1933, p. 32.
[xviii] Como les pasó a antiguos alumnos míos de griego, pues confundieron el femenino del posesivo griego de segunda persona con sés, ‘gusano’ (pido perdón a los helenistas por tan imperfectas transliteraciones).

lunes, 2 de febrero de 2009

Ida y vuelta entre lo popular y lo culto

Las fronteras entre lo popular y lo culto nunca estuvieron bien marcadas. Solo me ocuparé aquí de algo popular muy personal mío, pero tengo la esperanza de que pueda gustar a otros. En todo caso esos posibles interesados deben gustar de ciertas modalidades de la música popular y, a la vez, de la tradición clásica. Es verdad que hay pocas personas de estas características, pero a mí me basta una sola (no obstante, me consta que hay un pequeño puñado de ellas). Para no demorar, comentaré aquí un poco ciertas versiones latinas de creaciones populares. Ellas, para bien o para mal, son obra mía. Por último, un vesre: algo popular pasado a culto.

Digamos algo antes acerca del género. Muy poco, porque ya escribimos sobre ello en otra ocasión.[1] Lo importante es que no soy el primero, ni mucho menos, en traducir al latín canciones populares. Otros lo hacen y lo han hecho, aquí y en el mundo. En lo personal, como novedad puedo decir que el Dr. José María Kokubu, odontólogo y cantante de tangos que usa el nombre El Ponja Malevo, me ha manifestado su deseo de interpretar Lux tenuis (mi versión latina de A media luz). Menciono además a Fernando Sorrentino, prestigioso profesor y escritor; escribió cierta vez una nota sobre mis versiones, en la publicación virtual española El trujamán.[2] No digo esto por jactancia (al fin y al cabo se trata de una musa menor), sino para mostrar que hay gente con interés en estas nugulae. Transcribo esta versión latina de un conocido tango:

VIEJO SMOKING – TOGA VETUS

Vide attente: insula mea.....................Campaneá cómo el cotorro
ecce caret universis,............................va quedando despoblado,
divitiae omnes sunt grabatus.............todo es lujo en la catrera
–non anser– mega fronon.................. compadreando sin colchón.
Vide quam puer sim pauper,..............Y mirá este pobre mozo
famam omnem iam perdidi,................cómo ha perdido el estado,
tristis, amarus, siccatus,......................amargado, pobre y flaco
ut feles rusticanus.................................como perro de botón.
Sensim omnia bona mea...................... Poco a poco todo ha ido
praecipitia in sub hastam,....................de cabeza pa’l empeño;
hora erat iam impluvii,........................ se dio juego de pileta
natandum erat mihi..............................y hubo que echarse a nadar.
Tu solum quod nobis restat,................Solo vos te vas salvando,
quod mihi somnium repraesentas,..... porque pa mí sos un sueño
a quo, hercle, di me perdant,.............. del que quiera Dios que nunca
numquam, numquam expergiscar..... me vengan a despertar.

Toga vetus, o tempora,........................Viejo smoking de los tiempos
optime in amore luctabar,...................en que yo también tallaba,
multae korae vere amasiae............... ¡cuánta papusa garaba
in tuos sinus fleverunt........................ en tus solapas lloró!
Sinus albi refulgentes......................... Solapas que con su brillo
solem ipsum obscurabant,................. parece que encandilaban,
semper passim exhibebant................porque donde iban sentaban
auream formam Ovidianam.............. mi fama de gigoló.

In arena ego pugnavi......................... Yo no siento la tristeza
sed scio me victum esse,................... de saberme derrotado
non est mihi amara nostalgia............ y no me amarga el recuerdo
praeteriti grandoris;.......................... de mi pasado esplendor;
non me paenitet drachmarum......... no me arrepiento del vento
non me paenitet annorum.................ni los años que he tirado
sed lugeo quia sum solus................... pero lloro al verme solo,
nec amicos numero. ..........................sin amigos, sin amor;
Manu careo quae me iuvet.............. sin una mano que venga
in acerbo hoc luctamine,.................. a llevarme una parada,
et puella quae me laetet................... sin una mujer que alegre
in meo misero victu… .......................el resto de mi vivir.
A, tempus erit, te plicabo................ Vas a ver que un día de estos
et de te pulvinum faciam..................te voy a dejar de almohada
et pauperculo grabato...................... y, tirado en la catrera,
lene moriturus sum. ........................me voy a dejar morir.

Toga vetus, quam frequenter.........Viejo smoking, ¡cuántas veces
illam kalen saltatricem................... la milonguera más papa
in sinu tuo splendenti.......................el brillo de tus solapas
detersisti a cerussa. ........................de estuque y carmín manchó!
Sicarius dum eram ego, ..................Y en mis desplantes de guapo,
udus fletibus puellarum, ................¡cuántos llantos te mojaron,
multus gladiator invidit..................cuántos taitas envidiaron
meae famae Ovidianae. ..................mi fama de gigolo!


La idea de bulín se me ocurrió que podía ponerse como insula, es decir uno de esos departamentos de alquiler, para gente humilde, que había en la Roma antigua. Respecto de anser, ignoro si los romanos usaban pluma de ganso para sus almohadas; en todo caso, se trata de una arbitraria relación con el lujo de la catrera. Sobre compadrear, ese lunfardo es expresado, de modo amplio, en griego.
Como se ve, la expresión “perro de botón” no fue vertida ad litteram. En efecto me vino a la memoria un dicho popular que no puedo documentar, el que dice que alguien es “ordinario como gato de rancho”; esto me pareció apropiado para caracterizar a un gigolo venido a menos. Tampoco ahí fui literal, pues dije ‘gato de campo.’ Sobre siccatus, creo que no es tan oscuro el juego que hice con seco con el sentido de ‘pobre’, común entre nosotros.

La noción de empeño la expresé anticipándome, en latín, a lo que haría después el español, sustantivando sub hastam, pues en la antigua Roma las subastas se anunciaban con una lanza clavada en tierra. La palabra pileta, que usamos en vez de piscina, la puse como impluvium, que era justamente ese reservorio de la casa romana hecho en el centro del atrio, para recibir el agua de lluvia que caía por el compluvium. Estas audacias expresivas deben mirarse con benevolencia, pues buscan sobre todo el humor.

De los versos que siguen, subrayo la traducción de ‘sueño’. En efecto, el latín distingue entre somnus, ‘sueño’ (sommeil), y somnium, ‘visión durante el sueño’ (songe, rêve). Para el primer sentido, el griego usa hypnos; para el segundo, el Critón[3] platónico y otros textos que traen los diccionarios,[4] enýpnion. El guapo acabado de nuestro tango tiene una “ensoñación” de las glorias de su vida pasada.

Sin duda la traducción toga para smoking no es exacta, pues la vestimenta característica romana no llevaba necesariamente la idea de traje de gala o de ocasión especial, que para nosotros suele llevar. Otro tema puede ser cómo poner en latín palabras lunfardas. La solución que más de una vez propuse es acudir al griego, que para los romanos cultos era más que una segunda lengua: era la que habían aprendido de nodrizas griegas, por connaturalidad, lo mismo que en nuestras tierras americanas algunas familias hacían para que sus hijos “nacieran” con el francés. Korae como ‘muchachas’ a lo mejor no es tan raro, porque muchos conocen las columnas en forma de doncellas, que sostienen el Erecteón, en la Acrópolis. Otro punto de esta estrofa es mi referencia a Ovidio, poeta y hombre de mundo que fue castigado con el destierro por el emperador Augusto, allá por los comienzos de nuestra era. Nuevamente apelo a la indulgencia del lector, pues seguramente Ovidio no era un gigolo, palabra que no es académica, pero que algunos definen ‘rufián.’[5]

El taita que se siente derrotado, en su vejez, me pareció que podía ser comparado con un gladiador retirado, derrotado también por el tiempo inapelable. En todo caso ambos personajes (el del tango y el mío, que es por supuesto de estatura ínfima) pliegan sus míticas vestimentas, las hacen almohadas y se echan a dormir, para esperar el final. No es mi intención aburrir con citas clásicas, pero confieso que me divierte mechar alusiones literarias en mis versiones. Aquí hay una a un texto muy conocido, pues cuando el gladiador dice nec amicos numero, pensé sin duda en el célebre dístico de Ovidio:

Donec eris sospes, multos numerabis amicos:
tempora si fuerint nubila, solus eris.
[6]

Para resumir, mi versión latina de este tango puede considerarse una traducción en extremo libre, y cantable; está ambientada también, de un modo sui generis, en un mundo romano literario, imaginario. Indudablemente con el tiempo fui cambiando el modo de hacer mis versiones latinas. Primero eran traducciones más o menos fieles; luego, traducciones muy libres, como el ejemplo que acabo de mostrar. Finalmente (y ya llevo algunos años), puedo decir que no hago casi traducciones sino adaptaciones o recreaciones, siempre cantables con la melodía popular correspondiente. Una sola muestra es mi visión de un muy célebre tema del cantante Leo Dan, en los años ’60.

SANTIAGO QUERIDO – CARTHAGO DILECTA

Santiago querido, ..............Carthago dilecta,
Santiago añorado,..............Carthago somniata,
en ti yo he soñado, ............iam ad te revenio,
tú a mí me has dado......... quod mihi tu dedisti
todo lo más puro............... Asianum stilum
de mi corazón. ...................plenum floribus.

Por ahí cuando escucho ....Et semper revoco
una chacarera ....................Apologeticum;
me acuerdo del pago......... Marcianum Capellam;
-no es la vez primera-....... magum Apuleium;
y pienso en Santiago ..........doctum Hipponensem,
queriendo volver. ...............Filium Monicae.

Hoy te canto yo desde aquí,....Hei! Versibus celebro te,
te canto como un crespín........ te cano tristis olor
que pronto quiere volver........ nostalgia tua moriens.
a Santiago... ..............................Ah, Carthago...


Muy importante es la literatura latina que floreció en el norte de África. Sin duda el centro cultural de esa región era Cartago. No es la ciudad fenicia, sino la que los romanos fundaron en lugar de ella. Menciono aquí las figuras tal vez más conocidas. Apuleyo (s. II d. C.), autor de El asno de oro y cultor de ese estilo florido llamado asianismo; Tertuliano, apologista cristiano muerto hacia el 240; San Agustín, obispo de Hipona; Marciano Capela, del s. V, autor de una enciclopedia llena de alegorías, cuyo título era Las nupcias de Filología y Mercurio. Al final de mi versión, reemplazo un ave regional (el crespín) por el eterno cisne, cuyo último canto se dice que es el más perfecto. Pero ahora muestro otro experimento, el tango Cambalache traducido a lengua que pretende ser culta. No copio la letra del tango, porque creo que es bien conocida.

GRAN TEATRO
(Cambalache en lenguaje no reo)

Dicen que el mundo claudica
en su andar, en el áureo siglo
y también en la plateada edad:
nunca faltó la gentuza soez
que engaña y es engañada,
que cortesanas frecuenta
y los escollos de las cortes.
Mas este siglo es la edad
más malévola que existió.
No lo podrás negar, Fabio:
un cocido de males es este
mundo de hoy; de muchas
cosas, una sola.

Seas comendador o villano,
honrado señor o trapacero,
necio vulgo o sabio doctor,
liberal o miserable, ninguna
diferencia en esto habrá.
Pueden medir sus armas
el vil y el andante caballero;
un escolar salmantino
y una simia dan cátedra;
ventero y teólogo pesan
lo mismo en las balanzas.
Unos se afanan por estudiar
la medicina en Salerno,
los digestos en Bologna,
divina filosofía en París,
pero las buenas costumbres
en ninguna parte.

En las tablas de la escena
encuentras al rey y al simple
que vive en su rincón, a Ginés
de Pasamonte y a don Diego,
a Pericles y al demagogo;
Espartaco y Craso se dan
la mano, Jerónimo discute
por un vaso de vino, Clodio
agita al populacho y Catón
cultiva una severa virtud.
Todo revuelto allí tendrás:
los libros sucios de tahúres
y la Vulgata.

Edad muy férrea la nuestra,
de afanes y de codicias.
Importuna a los grandes
para conseguir espórtulas,
golpea los altivos umbrales
de los poderosos. La Muerte
empero a todos nos iguala,
pues sacude las tabernas
y palacios con su pie igual.
No te engañe el vacío rumor
que el mundo llama fama:
es una sombra de un sueño.
Debes vivir en paz contigo
el día presente, pues las horas
devoran los días de la vida;
se nos escurren, mi Fabio,
como arena.

[In vulgarem non vulgarem convertit Radulfus]

Sería largo y trabajoso –además de arrogante– ponerme a explicar cada una de las alusiones cultas. Algunas por otra parte son evidentes, por históricas o por literarias. Solo puedo justificarme diciendo que me he divertido mucho. En realidad no solo eso; una vida de diversas lecturas pasó por mi cabeza cuando hacía este juego. Quizás convenga aclarar aunque sea una sola alusión, como recuerdo de algo que hoy casi nadie lee, pero que figuraba, nisi fallor, en Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana, de don Marcelino Menéndez Pelayo. El Fabio destinatario de mis versos pretende emular al de la epístola moral que comenzaba

Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa.
Aquí de Cipión la vencedora
colonia fue; por tierra derribado
yace el temido honor de la espantosa
muralla, y lastimosa
reliquia es solamente
de su invencible gente.
[7]

Quienes visitan hoy las ruinas de esa ciudad romana próxima a Sevilla, nada saben de Rodrigo Caro (1573-1647) y su “A las ruinas de Itálica”. Poco importa. Sirva en todo caso mi intento, a manera de un sencillo homenaje. Pero, como último ejemplo de este recorrido, citaré lo que escribí no como una falta de respeto sino –nuevamente– como alabanza. Sin duda que Don Francisco de Quevedo y Villegas es una gloria de las letras universales, pero lejos están los tiempos en que los alumnos de secundario aprendían de memoria alguno de sus sonetos. Sin embargo varias personas de mi generación recuerdan este célebre, dedicado a las ruinas de Roma. Lo copio no de amarillentos y empolvados (venerables por ello) libros, sino de la Red, en castellano y en inglés (no soy el autor de la versión inglesa).

Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!, ...You search in Rome for Rome, oh wanderer!,
y en Roma misma a Roma no la hallas;...... and yet in Rome itself you don’t find Rome:
cadáver son las que ostentó murallas, .......the walls boasting its fame are now a corpse,
y tumba de sí propio el Aventino. .............the Aventine now serves as its own tomb.

Yace donde reinaba el Palatino; ................it lies now where the Palatine once reigned;
y limadas del tiempo, las medallas ............and its medallions, worn Hawai by time,
más se muestran destrozo a las batallas ....show more the devastation of the battles
de las edades que blasón latino. ................of the ages than great Latium’s pride.

Sólo el Tibre quedó, cuya corriente, .........Only the Tiber has remained, whose flow,
si ciudad la regó, ya, sepoltura, .................if once a city watered, now, a grave,
la llora con funesto son doliente. ..............It mourns for her with brokenhearted tones.

¡Oh, Roma!, en tu grandeza, en tu
hermosura,............................................. Oh Rome!, of all your greatness, your allure,
huyó lo que era firme, y solamente ..........that which was firm has fled, and nothing but
lo fugitivo permanece y dura. .................What is elusive stays and will endure.
[8]

He aquí una versión lunfarda del soneto (de este delito laesae Hispanitatis sí soy responsable).

Tenés ganas de buscar a Roma en Roma,
Pibe, pero en Roma a Roma no remanyás;
Son un fiambre los paredones que tenía
Y el Capitolio se parece a un camposanto.

Esas montañitas con palacios de pashá
Son aura un cascajo; monedas y medallas
No son vento: son unos miserables cobres
Que no te alcanzarán ni pa yerba de ayer.

¡Juná! No te queda nada más que el Tibre.
¡Qué truchada de corriente verdolaga!
Allí jailaifes tenían –te lo bato– mansiones...

Che Roma, no te hagas más la papusa fina.
Si vos antes tuvistes fama y morlacos,
Hoy sos un bagallo viejo descangallado.


Dentro del tópico del paso del tiempo, sería pecado explicar a un tanguero que la yerba de ayer de mi versión es la misma que la de un tango célebre, hecho por el mismo autor de Esta noche me emborracho, al cual aludo en el último verso. Pero decía antes que no iba a cometer la torpeza de comentar in extenso mis manías poéticas. Solo faltan unas, por así llamarlas, conclusiones.

En primer lugar, siempre fue atractivo el poder cultivar varios niveles –no doy a esto un carácter valorativo– de lengua. En la antigüedad había griegos que eran capaces de escribir poemas en jónico, en dórico y en eólico. Sálvense las distancias que se quieran, pero también ahora hombres cultos usan el lunfardo, ese registro nuestro de origen variopinto. Todos decimos que fulano tiene muy buenas pilchas, que tenemos mucho laburo o que la vida es una timba. De cualquier forma, el lunfardo no es una falta de respeto. Por eso creo que no hice mal mezclándolo con latín y con español culto. Si a algunos esto agradó, quedan convidados a intentarlo (sin duda lo harán mejor que este servidor).

RAÚL LAVALLE

[1] “Poesía ‘popular’: dos versiones, y algo de latín”, trabajo leído en las Primeras Jornadas sobre Sociedad Argentina y Cultura Popular, organizadas por el IES Nº 1, Ciudad de Buenos Aires; publicado en CD ROM, 2002.
[2] “Corrientes del Tíber”, http://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/febrero_03/12022003.htm .
[3] 44 a.
[4] P. ej.: M. A. Bailly. Dictionnaire grec-français. Paris, Hachette, var. ed.
[5] El Diccionario del lunfardo argentino: http://www.nacionesunidas.com/diccionarios/argentina.htm . Para otras definiciones y etimología probable: http://www.thefreedictionary.com/gigolos .
[6] Tristia 1, 9, 5-6.
[7] El texto puede verse en: http://www.estudio24.com/Estudio24-imss/paginas/plantillas_contenido/Page.asp?Seccion=105&Pagina=317&plantilla=Page.asp .
[8] http://sonnets.spanish.sbc.edu/Quevedo_Roma.html .