En esta modesta página mía publiqué, a comienzos de 2009, "Escocia en mis lecturas de verano". Ahora, a comienzos de 2010, escribo algo sobre algunos libros que leí en vacaciones. Esta vez no se trata de obras relacionadas con las tierras altas, sino con el latín; y empiezo no con un libro, sino con un barco. En Punta del Este está el hotel Ajax. Me llamó la atención que en su logo hubiera una campana y que, en el jardín de entrada, una madera llevara la inscripción Nec quisquam nisi Ajax. Un impreso de la Dirección General de Turismo de la Intendencia Municipal de Maldonado dice: “A 290 millas al oriente de la desembocadura del Río de la Plata, a las 06:17’ de la mañana del miércoles 13 de diciembre de 1939, comenzó la batalla llamada de Punta del Este, entre el poderoso acorazado alemán Graf Spee, al mando del capitán Langsdorff, y los cruceros británicos livianos Ajax y Achilles y el crucero pesado Exeter, todos al mando del comodoro Harwood.” En el hotel Ajax hay una réplica de la campana del buque homónimo y se conserva un farol original de la nave. Ahora bien, ¿y la frase latina? La tenía el buque inglés, cambiando un verso de las Metamorfosis de Ovidio (13, 390): ne quisquam Aiacem possit superare nisi Aiax, ‘para que nadie pueda vencer a Áyax sino el propio Áyax.’ Confieso que no esperaba hallar estos latines en una ciudad que parece relacionarse más con el jet set.
Pero mi primera lectura junto al piélago uruguayo fue El capitán Blood, de Rafael Sabatini. Compré por centavos un volumen de Editorial Tor (Buenos Aires, 1957), aunque los estudiosos dicen que tales ediciones son muy malas. Tienen razón, pero me gusta su sabor antiguo. La Wikipedia me informó sobre Sabatini (1875-1950): “Rafael Sabatini nació en la localidad de Jesi (Italia). Su madre fue inglesa y su padre fue italiano; ambos fueron cantantes de ópera y maestros. Por haber vivido con su abuelo en Inglaterra y estudiado en Portugal y Suiza, Sabatini hablaba hasta seis idiomas. De ellos, decidió escribir en inglés, la lengua de su madre, porque entendía que ‘los mejores cuentos están escritos en inglés’.Tras un breve período en el mundo de los negocios, Sabatini comenzó a trabajar como escritor. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como traductor para el Servicio de Inteligencia Británico. Escribió varios relatos cortos entre 1890 y 1900 y publicó su primera novela en 1902. Le llevaría casi un cuarto de siglo alcanzar el éxito, lo que conseguiría con Scaramouche (http://es.wikipedia.org/wiki/Rafael_Sabatini). Confieso que nada sabía de esto: al único que conocía era a Errol Flynn, el actor que personificó en el cine a Blood; en todo caso, el artículo citado nada dice de sus latines, que son abundantes en esta novela de piratas.
Blood era de profesión médico, aunque la vida lo llevó en determinados momentos a tomar las armas, como soldado y como pirata. Quiere decir que, como hombre educado de sus tiempos (segunda mitad del s. XIX), había aprendido nuestra lengua madre. No por nada tenía “un ejemplar, encuadernado en piel de becerro, de las Odas de Horacio” (cap. 22). Van solo algunos ejemplos de tal conocimiento. A tres buques tomados a los españoles los bautizó Cloto, Láquesis y Átropo (cap. 18), los nombres de las tres Parcas, o Moiras, de los antiguos. También hay mención de dichos célebres latinos: “Los dioses empiezan por volver locos a aquellos a quienes quieren destruir” (cap. 17), que es sin duda quem Deus vult perdere, prius dementat; “praemonitus, praemunitus” (cap. 23), juego de palabras que podría verterse ‘quien está avisado, está resguardado’; y versos de Horacio (Odas 1, 24, 19-20) que se hicieron proverbiales: “levius fit patientia / quicquid corrigere est nefas” (cap. 22), ‘con la paciencia se hace más leve / aquello que no se puede cambiar.’
Cuando Blood ve a los hombres dirigirse a la guerra, se pregunta con palabras de Horacio (Epodos 7, 1): quo, quo, scelesti ruitis? (cap. 1), ‘¿dónde, dónde vais en vuestra maldad?’ Y ante la fuerza del destino recuerda, modificada, una frase de Virgilio (Eneida 10, 113): fata viam invenerunt (cap. 13) ‘los hados hallaron su camino.’ Y también, mal citado, recuerda al poeta de la Eneida (10, 284) con audaces fortuna iuvat (cap. 15), ‘la fortuna ayuda a los audaces.’ Y hay bastantes ejemplos más, pero basten estos como muestra de que la voz del Lacio viajaba también por los mares del Caribe.
Para el último libro de viajes, el comienzo de un artículo de la enciclopedia en línea: “Louis Antoine de Bougainville, conde de Bougainville (1729-1811) fue un militar, explorador, y navegante francés que hizo la primera circunnavegación francesa, y se destacó por su descripción de Tahití. En su memoria se bautizó la isla Bougainville y la fosa de Bougainville, en el archipiélago de Salomón, y la planta bugamvilia, que descubrió el naturalista de la expedición en Brasil y trajeron a Europa” (http://es.wikipedia.org/wiki/Louis_Antoine_de_Bougainville). En una librería de viejo compré el libro que leí en mi enero junto al mar, no en el Pacífico sino en el Atlántico uruguayo: L. A. de Bougainville. Viaje a Tahití (pról. Joan Bestard). Barcelona, José J. de Olañeta, 1982. Cumple agregar que trae como apéndice el Suplemento al viaje de Bougainville, de Diderot, un muy buen mapa del periplo y fotos en blanco y negro.
Es natural que un europeo de ese entonces vea un mundo nuevo con visión del viejo. Por eso no llama la atención leer que en Tahití “impera todavía la franqueza de la edad dorada” (pp. 28-29). Cuando una bella nativa se desnuda ante ellos, “apareció a los ojos de todos como la Venus se dejó ver de los ojos del pastor frígido” (p. 29). Sin duda hay en error en la traducción: debe ser ‘el pastor frigio’, esto es Paris, príncipe de Troya; no “frígido.” El Paris de la mitología poca frialdad parecía tener en cosas de amores. Y el nombre que dieron los franceses a Tahití fue Nouvelle Cythère (p. 49). Recordemos que Citera era una isla del Egeo consagrada a Venus. Y, al ver ellos cómo hombres y mujeres tahitianos pintaban sus cuerpos (p. 58), es lógico que alguno recordara a César, quien en La guerra de las Galias (5, 14) contaba que los británicos también se pintaban (Omnes vero se Britanni vitro inficiunt, quod caeruleum efficit colorem). Y –última referencia– ante las maravillas naturales de la Polinesia, Bougainville dice “se creería uno en los Campos Elíseos” (p. 52).
En fin, agradezco a los lectores por haberme acompañado en mis meditaciones, hechas junto al mar y en un país de gente muy cordial. Ya no estoy en las vacaciones ni en el Uruguay, pero los libros son capaces de llevarnos a tierras muy lejanas. Y en tales viajes siempre me acompaña mi viejo latín.
Raúl Lavalle
Es cierto que los uruguayos son gente muy cordial; mi papá y su familia son de allá y puedo dar fe de ello. En una ocasión, fuimos de vacaciones a Atlántida, pasamos por Montevideo, Durazno, Colonia y otros lugares, y sólo conocí personas entrañables. Otra cosa cierta es que los libros son capaces de llevarnos a tierras muy lejanas :-)
ResponderEliminarHola Raul, que tal? Llegue aqui por la frase que me inquieto, "Nec quisquam nisi Ajax", y me sorprendio la profundidad del mensaje y su historia. Tambien yo pase por la puerta del hotel del mismo nombre, en Punta del este, y me anote mentalmente la frase, ya que no abundan por aqui las frases en latin, y es un idioma que siempre me ha interesado mucho. Este blog fue el primer lugar que me explico claramente el significado y el contexto de la frase, asi que te agradezco mucho haberte tomado el trabajo de investigar y redactar este tan interesante articulo. Te saluda una montevideana, Silvana. Un abrazo.
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